LAICOS Y GRUPOS CATÓLICOS (12)
Por: Ma. Mercedes Beltrán (Licenciada)
y
Carlos H. Martínez R. (Psicólogo)
A QUIÉNES CORRESPONDE FORMAR
¿En qué momento estoy asumiendo una actitud o tomando una decisión bajo el influjo del Espíritu Santo, o más bien estoy reaccionando movido por un fastidio, un resentimiento o un rechazo hacia una persona?
Es difícil a veces darse cuenta de la diferencia. Es recomendable apoyarse en la vida sacramental para recibir luces que iluminen aquellos pasajes oscuros dentro de los grupos y los matices que pueden presentarse en la interacción cotidiana.
A QUIÉNES PERTENECE FORMAR A OTROS PARA EL APOSTOLADO
El decreto menciona que la formación debe iniciarse desde la infancia, en el hogar y por medio de los padres, principalmente con base en el buen ejemplo y el testimonio de vida (Numeral 30).
En la práctica, muchos grupos están conformados por personas que provienen de hogares y familias con antecedentes de conflicto, rupturas, carencias, traumas, heridas, rencores y experiencias adversas que necesitan ser sanadas y transformadas.
El grupo puede ser un escenario propicio para contribuir a la restauración o sanación de relaciones y aspectos psicológicos negativos.
La acción de Dios en el grupo permite superar obstáculos y resistencias anteriores, aunque es necesario acompañar estas maravillosas manifestaciones del amor misericordioso de Dios con el correspondiente esfuerzo personal y familiar de restauración, cambio, reconciliación y sostenibilidad de las nuevas situaciones familiares.
De esta manera los hijos que crezcan en estos ambientes familiares renovados van a encontrar la semilla y el terreno adecuado para el surgimiento del apostolado y la vocación posterior al estado de vida.
También se menciona la conveniencia de que los colegios e instituciones educativas inculquen en niños y jóvenes los valores católicos, como complemento de la acción iniciada en la familia.
Ciertamente corresponde a las instituciones educativas católicas realizar esta labor