Si este proceso descrito por Baars y Terruwe no sucede de manera adecuada, se generan alteraciones, desequilibrios a nivel emocional y se abre la brecha para desarrollar una forma de comportamiento, diríamos, descompensado, que se traduce en actitudes, reacciones y decisiones erráticas, extremas, cíclicas o de alguna manera fallidas, acompañadas de una emocionalidad inestable, intensa o descontrolada.

 

Seguramente hemos conocido situaciones muy cercanas o incluso tal vez personales en las cuales se ha hecho evidente alguna de estas  formas alteradas de interacción.

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De acuerdo con Baars y Terruwe, solamente cuando un ser humano se ha abierto a un “otro significante”, puede abrirse a la bondad de la creación y al Creador. Solo entonces puede experimentar el mundo y al Creador con amor y gozo.

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De allí la importancia de que las personas significantes (sacerdotes, formadores, directores, educadores, padres de familia, orientadores, líderes) sepan comprender y vivir la importancia de las emociones, su estructura y su papel en el desarrollo psicológico del ser humano, y sepan manejar las situaciones en las cuales se espera de ellas un acompañamiento, una luz, una confirmación afectiva especial.

Esto no sugiere ni implica que el "otro significante" sea una persona permisiva, alcahueta, cómplice, pasiva, débil o patrocinadora de actos o formas de pensar y actuar desrtructivas, egoístas o manipuladoras.

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La aceptación que manifiesta la persona significante incluye la práctica de buscar, conocer y vivir la verdad (Juan, 8, 32) de la mano del amor y la misericordia, reflejando esta intención en sus palabras y actitudes.

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Esto contribuye a generar sentimientos de seguridad en la persona que se encuentra en proceso de afirmación, pues ella está viendo a alguien que muestra con su comportamiento esa coherencia entre la expresión afectiva y la firmeza de criterios que produce una certeza y una confianza interior, convirtiéndose así en modelo y referencia.