Baars y Terruwe se preocuparon por las aflicciones de la humanidad en la década de los setenta y consideraron que gran parte de lo que afectaba al hombre en ese momento podía ser entendido a la luz de los planteamientos relacionados con el proceso de afirmación. 

 

Ya en esa época se presentaban altos índices de soledad y abandono en la sociedad, así como un creciente índice de suicidios en niños y jóvenes.

Un informe de la época emitido por la Asociación Médica Mundial sobre causas de muerte en 48 países, mostró que  los índices de suicidio en niños con edades entre los 5 y los 13 años, ocupaban

el segundo lugar de causa de muerte en áreas rurales y urbanas.

 

Baars y Terruwe también mencionaron la gran cantidad de personas que expresaban  incertidumbre sobre su valía personal, su sentimiento de identidad y la búsqueda desesperada de sentido a través del uso de drogas, especialmente en la generación joven de aquellas décadas, así como los brotes de agresividad y destrucción unidos a los casos de autoinmolación y de crisis de autoridad. 

 

Se interrogaron acerca de la rebelión contra el autoritarismo, el paternalismo, la discriminación y la manipulación por parte de niños que escapaban
 

del hogar y de personas jóvenes que expresaban su protesta a través de estilos de vida contrarios a lo establecido: ¿Todos estos podían ser un grito buscando afirmación? ¿Y si es así, este grito no estaría siendo escuchado por padres de familia, educadores, sacerdotes, adultos "significantes"?

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Hoy en dia podemos constatar que aquellas situaciones conflictivas se han multiplicado e intensificado exponencialmente. Los planteamientos esenciales de Baars/Terruwe pueden perfectamente aplicarse a la realidad contemporánea, en cuanto ayudan a dar luces, junto con los avances psicológicos contemporáneos, acerca de los factores que pueden incidir en la generación de alteraciones en procesos afectivos y formativos.