Ciertamente, la esencia de muchos procesos psicológicos se mantiene en el tiempo, aunque las características complementarias pueden variar según las épocas.

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Baars y Terruwe alertaron especialmente sobre aquellos ambientes familiares y formativos en los cuales se mantenía una crianza/educación estricta y con poco amor y expresión emocional.

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En esos ambientes se presionaba el desarrollo del carácter, se entrenaba la voluntad y se crecía intelectualmente, mientras que se presentaba un rezago en el crecimiento emocional, generando así una brecha de madurez que no se podía cerrar satisfactoriamente en el ambiente familiar, escolar ni vocacional/formativo, ante la ausencia o insuficiencia de procesos adecuados de afirmación.

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Esto desencadenó en muchas personas problemas de identidad, inseguridad, escrúpulos severos, desamor, soledad, depresión, inmadurez emocional y psicosexual.

De allí surgieron vocaciones matrimoniales, sacerdotales, de vida consagrada y profesionales, de las cuales cierto número terminó en fracasos, escándalos o complicaciones. 

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Los efectos de estos fracasos se sienten incluso hoy y se reflejan en personas de generaciones posteriores que quedaron marcadas, afectadas o influidas en diferente medida por la multiplicidad de efectos derivados de estas situaciones.